Principiantes

Estudiantes de un taller de arquitectura trabajando en una entrega.
Estudiantes de un taller de arquitectura trabajando en una entrega.

En las Escuelas de Arquitectura se forman los futuros arquitectos. Y formar o ayudar a alguien a formarse como arquitecto es una tarea muy interesante. Cada uno tiene una idea de lo que debería ser un arquitecto y es muy difícil ponerse de acuerdo.

Los estudiantes que ingresan a la Escuela de Arquitectura, para hacer su camino en la formación, deben entender, antes que nada, que con pasión y perseverancia, pueden llegar a manejar las herramientas esenciales para ejercer el oficio.

Los principiantes deberían reflexionar detenidamente el pensamiento que enunció el arquitecto Eduardo Sacriste, cuando le preguntaron cómo imaginaba un arquitecto, o lo que había pretendido formar en sus años de docencia.

El maestro decía: “Mi arquitecto, debe ser capaz de proyectar y resolver correctamente –con todo lo que el término implica– problemas no complejos de arquitectura, amoblarlos y construirlos. Debe tener sensibilidad plástica, conciencia social y urbanística, un grado de cultura acorde a su nivel universitario y, por sobre todo, debe tener ética. No concibo la compra de trabajos a los que, luego por él rubricados, se aceptarán y aprobarán como propios”

Notamos en el pensamiento de Sacriste –al cual adherimos conscientemente– cómo se trasmite claramente la idea del perfil humanista del ejercicio profesional del arquitecto.

Los estudiantes que ingresan deben comprender que la columna vertebral de la carrera de arquitectura, está constituida por los talleres. Y que la enseñanza en éstos, es algo sumamente interesante y enriquecedor, tanto para ellos, como para los docentes que integran sus cátedras.

El profesor no es una autoridad a la que todos deben acatar ciegamente. No es válida la actitud soberbia del “yo sé… y ustedes deben llegar…” En el taller de arquitectura, sucede otra cosa, se parte de la base de que todos somos inteligentes y que se debe tender a la “emancipación del estudiante”. Como dice el arquitecto Jorge Sarquís de la FADU UBA: “El joven no es un alumno (sin lumbre) sino un cursante, ya que también viene con alguna experiencia al taller”.

Muchas veces los docentes de los talleres de arquitectura –dónde los estudiantes, desarrollan las herramientas que les permitirá ejercer el oficio de arquitecto, en nuestras ciudades– nos planteamos también, interrogantes sobre el mundo en el que les tocará actuar a los futuros colegas.

Para encontrar respuestas a las dudas de lo que vendrá, los arquitectos sólo conocemos un camino: el de la enseñanza y el aprendizaje en el ámbito de los talleres de arquitectura, con un trabajo libre y participativo entre todos.

Estamos convencidos que en la enseñanza de la arquitectura no solo se trasmiten contenidos sino valores, aportando así a la reflexión de la ética profesional. Los estudiantes que ingresan a las escuelas de arquitectura son el futuro. Y pueden hacer, una vez graduados, que se genere el propósito del compromiso del arquitecto con la ciudad, entendiendo a ésta no solamente como un conjunto de edificios y calles. Sólo así podrán producir la verdadera Revolución Cultural que soñamos en el ideal universitario.

Luego de lo expresado y retomando nuevamente la idea del pensamiento de Sacriste –ya mencionado– enfatizamos el perfil humanista del ejercicio profesional del arquitecto. La experiencia de los talleres de arquitectura a los principiantes en sus escuelas, debe ayudarles a salvar inconvenientes y a ganar tiempo en su carrera. Se debe trabajar acentuando una condición fundamental en el aprendizaje y que no encontrarán en los libros: “el trato”, que, como dice Sacriste, es condición necesaria para el conocimiento de la persona y de las cosas.

El debate dentro del taller es fundamental.
El debate dentro del taller es fundamental.
Estudiantes, no alumnos.
Estudiantes, no alumnos.

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