¿Qué es «ser moderno» en la ciudad contemporánea?

Lafayette Park, diseñado por Mies van der Rohe y Hilberseimer en 1956.
Lafayette Park, diseñado por Mies van der Rohe y Hilberseimer en 1956.

Comparto en este espacio de debate una reflexión con los estudiantes de Arquitectura, con quienes construimos pensamiento crítico en el Taller. En el estudio de la complejidad de la arquitectura a escala urbana se plantean, en el momento del debate, interrogantes sobre el futuro de las ciudades.

La clase magistral “El Proyecto Moderno” del arquitecto Tomás Maldonado ofrecida en la UBA en 1984, nos permite, al repensar la Modernidad, situarnos en la Contemporaneidad con espíritu crítico. Maldonado nos aporta su mirada holística en esta construcción de pensamiento.

Jan Gehl dice que “existen dos ideologías que han influenciado negativamente la planificación urbana: el modernismo, cuando el interés de las ciudades se centra en crear edificios individuales de arquitectos-artistas estrellas en vez de crear espacios para la gente; y la invasión de automóviles, cuando se crean espacios urbanos para coches y no para ciudadanos. Ambos aspectos han arruinado completamente el sentido de escala humana y habitabilidad de nuestras ciudades”.

Esta afirmación del arquitecto danés habilita a algunos colegas, incluso, a señalar que la Modernidad solo ha causado muerte y desolación en las ciudades. También, nos encontramos con afirmaciones como las de Ricky Burdett, quien, asumiendo que la ciudad es como un organismo vivo, dice: «En el París de hace un siglo, Le Corbusier vio calles estrechas, viviendas sobrecargadas, aire contaminado y una alta criminalidad. Los modernos quisieron limpiarlas: levantar los edificios y hacer sitio a la vegetación. El problema es que el suelo lo ocuparon los coches.»

Resulta oportuno para entender a la Modernidad como un proceso en el tiempo, recordar el pensamiento que pone sobre la mesa de discusión Carlos Martí Aris, quien en su libro “Las formas de la residencia en la ciudad moderna”, cuando al tratar el problema de la disolución de la ciudad tradicional, nos dice:

“Son muchos los síntomas que inducen a desestimar como inexacta la afirmación de que las propuestas urbanas del Movimiento Moderno hayan propiciado la liquidación de la ciudad tradicional. En realidad, la ciudad con la que se confronta la arquitectura del Movimiento Moderno es la ciudad dejada en herencia por el desarrollo industrial ochocentista y no la idílica ciudad tradicional, la cual, en las grandes capitales europeas de principios de siglo XX, es ya tan sólo un vestigio. Las propuestas modernas no surgen tanto de una ruptura con respecto a la ciudad tradicional, cuanto de una crítica radical a la ciudad heredada, la ciudad especulativa generada por el desarrollo industrial ochocentista, en la que muchos de los rasgos que definían a la ciudad tradicional habían ido desapareciendo”.

Los serios problemas que vemos en las ciudades de hoy en día a falta de un proyecto que contemple la necesidad del proceso y la crítica ¿son el resultado de la Modernidad o de la matriz especulativa del neoliberalismo? ¿Sucedió lo mismo durante la Revolución Industrial?

Ayer, la Revolución Industrial, hoy, el Neoliberalismo, constituyen dos momentos que marcaron y marcan la vida en las ciudades; “instalando un régimen de autoexplotación que genera autoagresividad, transformando al revolucionario en depresivo” según el filósofo Byung Chul Han.

Tal vez, Carlos Martí Aris coincide con Tomás Maldonado, desde una construcción de pensamiento lógico, cuando afirma que “la ciudad moderna no se ha construido, tan sólo existe, como virtualidad, en la suma de aportaciones que configuran la cultura urbana del siglo XX, permitiéndonos seguir pensando a la ciudad moderna como aspiración y como expectativa”

Situándonos en la escala del abordaje del problema urbano que planteamos al principio, como arquitectos y como ciudadanos y, ante la pregunta de ¿qué es ser Moderno en la ciudad contemporánea?, surge una punta para abrirla al discurso de la crítica; de “la crítica que funda la Modernidad, en su crítica a las viejas representaciones, como perpetua crítica a la crítica, como permanente crítica al conocimiento dado”, como dice Nicolás Casullo en su libro Itinerarios de la Modernidad.

Ante la pregunta de ¿qué es ser moderno?, surgen otros interrogantes que abonan el camino hacia una construcción de certezas:

¿Qué es Ser Moderno en la ciudad, en la arquitectura, en el paisaje?;

¿Ser Moderno significa entender el proceso y la imposibilidad de ser pensado algo como finalizado?

¿Podemos, entonces, llegar a relacionar a esto con la idea que propone Tomás Maldonado, de que “el Proyecto Moderno está todavía por realizarse”?

Basilio Bomczuk, arquitecto. Mayo 2019.

 

Ilustra este texto, la imagen actual de uno de los espacios de uso común del conjunto de viviendas en Lafayette Park, diseñado por Mies van der Rohe y Hilberseimer en 1956. En este ejemplo se ve el resultado de un proceso de pensamiento integrando Arquitectura, Urbanismo y Paisaje.

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