Un arquitecto

Eduardo Sacriste con sus alumnos de la Escuela de Arquitectura de Tucumán
Eduardo Sacriste con sus alumnos de la Escuela de Arquitectura de Tucumán

El 1 de Julio se celebra el Día del Arquitecto.

La fecha fue instituida hace algunos años durante la realización de un Congreso de Arquitectura organizado por la Unión Internacional de Arquitectos. Anteriormente se recordaba a los arquitectos cada 8 de noviembre, en coincidencia con el Día Mundial del Urbanismo.

“El arquitecto… a veces un bicho raro, no comprendido. O pensamos que no nos comprenden…” Todo esto dicho, por supuesto, con mucho humor por un colega amigo. Pero en realidad, la función de un arquitecto en una ciudad es de vital importancia. “El arquitecto, aun con una pequeña intervención, hace ciudad”, dijo alguna vez el arquitecto norteamericano Robert Venturi.

Quizás, este es el momento para analizar pormenorizadamente un pensamiento del arquitecto Eduardo Sacriste, cuando le preguntaron cómo imaginaba un arquitecto o lo que había pretendido formar en sus años de docencia y decía: “Mi arquitecto, debe ser capaz de proyectar y resolver correctamente (con todo lo que el término implica) problemas no complejos de arquitectura, amoblarlos y construirlos. Debe tener sensibilidad plástica, conciencia social y urbanística, un grado de cultura acorde a su nivel universitario y, por sobre todo, debe tener ética. No concibo la compra de trabajos a los que, luego por él rubricados, se aceptarán y aprobarán como propios”

Palabras muy fuertes y que pueden sonar en este mundo “light” que vivimos, como que él creía ser el dueño de la moralidad. Y no es así. Porque como un medico, o un abogado, por citar algunas profesiones, un arquitecto tiene un gran compromiso social y urbanístico en el tiempo que le toca vivir.
Eduardo Sacriste nació a principios del siglo XX en Buenos Aires y estudió arquitectura en la Universidad de esa ciudad, bajo los preceptos del academicismo. En esa época, en las escuelas de arquitectura, todo se debía proyectar y construir bajo ciertas reglas que estaban ya pre-establecidas. Pero al graduarse, el joven Sacriste, hizo un viaje a Europa y le cambió la cabeza.

En el viejo continente pudo comprobar cómo la arquitectura estaba transformando la forma de vida de la gente. Arquitectos como el suizo-francés Le Corbusier o el alemán Mies Van Der Rohe, proyectaban y construían teniendo en cuenta “el espíritu de los nuevos tiempos”. Ya nada era igual. La sociedad se transformaba luego de la Segunda Guerra Mundial y la arquitectura debía adecuarse a esta realidad.
Sacriste comprendió el mensaje estando allá y en el contacto directo con estos maestros. Al regresar, junto a otros colegas, crean la Escuela de Arquitectura de Tucumán, filtrando los preceptos de la modernidad a nuestra realidad. Con el tiempo, él y sus amigos se enterarían que esta “escuelita” era reconocida en América, a la par de la Escuela de Arquitectura de Harvard. El arquitecto tucumano César Pelli, siempre comenta cómo se lo decían cuando llegó a probar suerte a Estados Unidos, convirtiéndose en uno de los profesionales más importantes de la arquitectura mundial.

El maestro Sacriste, siempre decía que para que un arquitecto enseñe arquitectura, debía tener por lo menos cinco años de experiencia en el oficio. Sólo así, y con esta condición, podría regresar a la Facultad de Arquitectura a enseñar. La enseñanza, según él, estaba basada en gran parte, en “la experiencia”

Lo mencionado es cierto, según su perspectiva, si analizamos algunas palabras del pensamiento transcripto al principio: “…y, por sobre todo, debe tener ética”. Al estar en contacto con la realidad, con el “hacer la ciudad” que menciona Venturi, podría valorar la inmensa responsabilidad social del arquitecto.

“El problema más difícil…”

A Sacriste le agradaba opinar sobre el tema de la casa, a pesar de considerarse normalmente a la vivienda como un problema sencillo de resolver. Según él, fue el más interesante que enfrentó en sus años de profesión. Y señalaba que, refiriéndose a la casa de bajo costo, el arquitecto moderno norteamericano Frank Lloyd Wright dijo que “es el problema más difícil, aún para los mejores arquitectos…”

El arquitecto Sacriste señalaba que hoy en día en las Facultades de Arquitectura se da como tema de primer año “una casa chica”, como si esto fuera sencillo. Él creía que era erróneo plantearlo así y apoyaba su afirmación con la frase mencionada recién de Wright. Pensaba que era más fácil resolver una vivienda de 5.000 metros cuadrados, donde los 10 centímetros de una pared no cuentan, que una vivienda de interés social de 50 metros cuadrados (hoy repetida hasta el hartazgo, en base a un diseño único e inmoral sin importar el medio natural y cultural)

Concluimos con una reflexión del maestro, comparando la vivienda de los pájaros con las nuestras y que refleja la mirada simple, quizás como la de un niño, de su forma de ver la arquitectura:
“Cuando observamos los nidos de los pájaros, sus viviendas, vemos la gama infinita de posibilidades que brindan estas verdaderas obras de arte. Además de ser formalmente perfectos, son standars, están siempre bien orientados, construidos con una técnica clara y definida, cumplen correctamente su función, son confortables… Creo que deberíamos volver a las fuentes”
Y si Maestro, coincidimos con usted…

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