Allá por el año 1993, un grupo de estudiantes y profesores de la Escuela Industrial, conformamos “Visión”, con el objetivo de presentar en sociedad el tema de las barreras arquitectónicas.
A medida que avanzamos en nuestra tarea, nos encontramos con muchos casos de discapacitados que nos llevaron a pensar, que existen miles de personas con serios problemas para desplazarse por nuestra ciudad y con quienes carecemos de sensibilidad porque pensamos que “no nos va a pasar”
Como el caso del empleado de una imprenta –en la que imprimimos una revista con artículos sobre las barreras arquitectónicas– quien tenía un hijo en una silla de ruedas. Nos relató los múltiples problemas que encontraba para desplazarse por las veredas de la ciudad.
También recordamos el caso de una mujer que trabajaba, por aquel entonces, en la municipalidad. Preocupada nos detalló las dificultades que encontraba en su propia casa con su hijo discapacitado, ya adulto, para desplazarse desde su habitación al baño.
Como estas, hay cientos de historias de personas que no pueden desplazarse por nuestra ciudad y tampoco lo pueden hacer en sus viviendas, que no están preparadas para afrontar esta situación.
Vivimos en una sociedad en la que se piensa que todos son altos, caucásicos y atléticos; que están en perfectas condiciones para sortear los innumerables obstáculos con los que nos encontramos.
Un oyente comentó no hace mucho, en el programa de radio “A vos Ciudad”, que “estaría muy bien que los funcionarios y concejales fueran atados a una silla de ruedas por una semana y vivieran la experiencia de un discapacitado, para comprender si las rampas que tenemos son precisamente rampas, planos inclinados o más bien toboganes”
“Es una vergüenza –concluía el oyente– que entrado ya el siglo XXI toda nuestra ciudad no sea absolutamente accesible. Sería un ejemplo para los turistas que nos visitan contar con calles y espacios públicos abiertos, amables con las personas discapacitadas”
Accesibilidad desapercibida
Pero lo más triste es que, mientras en nuestra ciudad las personas con discapacidad luchan por ser comprendidos para ubicar una rampa que no sea un tobogán o que puedan contar con un baño público en el que puedan ingresar con su silla, en otras partes del mundo se habla ya de la “accesibilidad desapercibida”
Algún día se dejarán de colocar carteles discriminatorios en nuestra ciudad, indicando que las personas con sillas de ruedas deben circular por lugares especiales, distintos a los de las personas “normales” Como así también, desaparecerán los baños para discapacitados –como si fueran grupos de un “tercer sexo”– contando con la posibilidad de entrar a los sanitarios públicos que correspondan a su sexo, sin discriminación.
En las sociedades desarrolladas consideran que la nueva medida de la arquitectura de este siglo XXI es la silla de ruedas, porque por donde pasa una de éstas, seguro que todo el mundo pasará con comodidad; y si también señalizamos un recorrido para personas que ven con dificultad, seguro que todos los que vemos lo haremos con mas facilidad, al igual que si señalizamos por escrito, las personas que oyen y las que no, también se beneficiaran.