El 8 de noviembre se celebró el Día Mundial del Urbanismo. Como ya comentamos en otra oportunidad en este espacio, la iniciativa, que parte del ingeniero argentino Carlos María Della Paolera, consiste en crear la conciencia de habitar en ciudades con ambientes sanos y gratos.
Ese día se reconoce y promueve el rol de la planificación en la creación de comunidades sustentables. Es así que se presenta una excelente oportunidad para la reflexión, apelando a la conciencia de los ciudadanos y las autoridades públicas, llamando la atención al impacto ambiental que produce el desarrollo de ciudades y territorios.
Los arquitectos recurrimos a complicadas teorías sobre cómo afrontar la solución de los problemas urbanos de una ciudad, cuando deberíamos recuperar una actitud muy simple, y que parece que hemos perdido: “mirar”.
Deberíamos pues, analizar las ciudades desde la percepción y el sentido común. Tendríamos que recobrar la condición básica de “hacer ciudad”, pensando en los edificios que proyectamos, no como objetos en sí mismos, sino integrados al contexto urbano en el que nos toca actuar.
En esta fecha, conviene reflexionar cómo el arquitecto inmigrante italiano Luis Caravati, “diseña y construye” la ciudad de Catamarca. La coherencia y homogeneidad en el paisaje urbano de la ciudad, y que pudieron percibir los vecinos que vivieron a fines del siglo XIX, es, a no dudarlo, la obra de un arquitecto involucrado con su ciudad.
También es interesante repasar que, a fines de la década del setenta del siglo pasado, el arquitecto Eduardo Jorge Sarrailh delineó las Bases de Instrumentación del Ordenamiento Urbano del Gran Catamarca. Este trabajo lo continuó el arquitecto Rubén Gazzoli. Surgiendo así, los lineamientos para la planificación urbano–ambiental contemporánea de nuestra ciudad.
Caravati–Sarraihl–Gazzoli, analizan el medio natural y cultural en el que van a desarrollar su talento. Es así como estos arquitectos, cada uno en su función y en su tiempo, pueden llevar a cabo una tarea urbanística que marca a fuego a SFVC.
El proyecto de ciudad, que se va concretando a lo largo de los años, se basa, sin lugar a dudas, en principios básicos de sustentabilidad. Aquellos arquitectos no desconocen lo que encuentran. Entienden la cuadrícula fundacional y la tienen en cuenta para hacer ciudad.
Hoy en día, olvidamos el legado de los arquitectos nombrados. No admitimos que la ciudad debe dejar de crecer en extensión, ya que esto lleva a terribles desigualdades sociales, por la ausencia de un transporte público eficiente y la mala calidad de los servicios públicos básicos, como el agua y la luz, debido a su costosa inversión.
La ciudad, quizás, debe desarrollarse en densidad, privilegiando al vecino de a pié. A aquel que se traslada caminando por sus calles y que no recurre a un coche para recorrer un par de cuadras para cumplir con un trámite.
Todavía existen intersticios, dentro de los límites de la trama urbana, en los que pueden ocuparse, con calidad ambiental, los edificios esenciales para la vida ciudadana.
Los arquitectos debemos tener conciencia urbanística y la capacidad de ver la universalidad del problema urbano, desde el edificio en el que nos toque intervenir. Si tenemos independencia de pensamiento, volveremos a mirar nuestras ciudades con espíritu crítico.