Contra los congresos y a favor de la cultura

Sede Central de Telefónica. Rafael de la Hoz, arquitecto. Madrid. 2004-2008
Sede Central de Telefónica. Rafael de la Hoz, arquitecto. Madrid. 2004-2008

Un arquitecto amigo, Martín Bormann, me envió un e-mail con una nota que leyó el pasado 23 de diciembre en el suplemento Arquitectura del diario Clarin. Se trata de una carta de la arquitecta María del Rosario Sola, quien es investigadora también. La autora de esta nota recoge frases de Rafael de la Hoz que brega por la elevación cultural de los arquitectos para vencer la mediocridad. Esperamos tu comentario.

He asistido a suficientes congresos y eventos académicos como para estar tentada de tener una opinión negativa de los mismos. Borges odiaba los Congresos. Decía que era un modo de dilapidar los fondos públicos en cuestiones banales. Tengo también en relación a los congresos, encuentros y seminarios un repertorio de historias sobre trabajos truchos e imposturas.

Podría entonces quedarme con esta queja fácil si no fuera que cada vez que intento reflexionar sobre un tema teórico importante recuerdo algo que escuché en un congreso: el alejamiento que se produjo a lo largo del siglo XX entre los arquitectos «contemporáneos» y los arquitectos que intentan conservar el patrimonio, palabra connotada por mohos poco creativos que hace olvidar a los más jóvenes que cuidar la arquitectura de todos los tiempos debería ser una pasión general básica para el que ama la profesión y no una excentricidad de especialistas.

Pensaba en la absurda exclusión como carriles separados de estas dos especies, en esta «brecha» entre tribus de arquitectos que surgió de la denostación parricida de los que nos precedieron, necesaria e ineludible para el surgimiento del arte y de la arquitectura moderna. Esta brecha fue cerrada entre los plásticos, los músicos o los literatos mucho antes que entre los arquitectos.

Está sucio, feo, roto, hay que tirarlo, suena demasiadas veces y es una mirada demasiado convencional, incluso cuando no queremos demoler para construir sobre el sitio nuestras amadas y esenciales obras. Estamos en el siglo XXI y podríamos tener una mirada más descontracturada sobre el pasado pero pesa todavía el esfuerzo del corte. Algunos de nuestros más queridos arquitectos vivos como Clorindo Testa tuvieron que tener el valor, hace sesenta años, de revelarse para pensar el mundo en términos contemporáneos cuando sus profesores los obligaban a copiar del Vignola.

Entonces recordé aquel Congreso. Me vino a la memoria una frase de Rafael de la Hoz que escuché y anoté en la inauguración de un Congreso Internacional del CICOP en Granada en 1996. De la Hoz había sido presidente de la UIA en los ochenta, organismo que en aquel tiempo era reacio a las especializaciones ¿Qué diría en un congreso de especialistas en patrimonio? La charla fue memorable en todos los aspectos. Recordó las intervenciones de obras contemporáneas suyas en relación a contextos patrimoniales y recordó como fue mejorando la calidad y la síntesis y bajando el perfil con beneficio del entorno y sobre todo de la calidad del diseño, en un complejo intercambio de esquelas con un grande del patrimonio español, el maestro madrileño Leopoldo Torres Balbás, De la Hoz recordó la frase de Mies acerca de cómo insertarse en un contexto patrimonial que decía: «Si tienes un collar de perlas y falta una, no pongas una perla, es mejor poner una esmeralda».

Balbás le habría retrucado: «Sí, vas bien, pero que no se note tanto». Más allá de la riqueza conceptual y el humor de aquella discusión, fue importante lo que puso en el tablero este arquitecto exquisito que pretendía dedicarse al patrimonio sin dejar de ser arquitecto y que teoriza la postura de conversar con el pasado sin gritarle. Haciendo la salvedad de que hoy se puede entender a los especialistas en conservación como ineludibles desde la tecnología sigo sin admitir que en cuestiones teóricas haya especializaciones. La teoría sólo puede ser un campo de discusión. Terminada la posmodernidad, el cliché de la nebulosa ya no es admisible. Entender la arquitectura de los milenios que nos precedieron es imprescindible. Por eso quise recordar lo que dijo Rafael de la Hoz al cerrar aquella conferencia magistral en un Congreso Internacional de Patrimonio: «El único modo de sortear la mediocridad de las especializaciones es profundizar el nivel cultural de los arquitectos».

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *