El 22 de marzo se celebró el Día Mundial del Agua. Fecha que pasa desapercibida para los habitantes del Valle Central en ésta época del año, ya que los embalses se encuentran llenos. Pero cuando promediamos la primavera nos entra la angustia por la sequía.
Los pronósticos de un sinnúmero de informes de las Naciones Unidas no son alentadores: ya actualmente un tercio de la población global vive en áreas con alguna escasez de agua, y se prevé que en 2025 esa proporción ascenderá a dos tercios, y en 2050, a tres cuartos.
Según diversos estudios, el uso del agua se multiplicó seis veces a lo largo del último siglo, el doble de lo que aumentó la población, aunque sólo el diez por ciento de los recursos hídricos globales se dedican al consumo humano y la higiene.
El setenta por ciento se destina a producir alimentos y el resto se emplea en los procesos industriales, y se necesita para producir energía hidroeléctrica y enfriar centrales térmicas de electricidad. Y ni hablemos de la minería.
Para hacerse una idea de las dimensiones del ‘problema’, basta con detenerse en un par de datos. La agricultura está en el corazón del desafío del agua. Mientras la persona promedio necesita beber de dos a cinco litros de agua diarios, para su alimentación requiere alrededor de 3.000 litros.
Las aguas subterráneas no ofrecen un panorama mucho más alentador. Un estudio de Worldwatch llegó a la conclusión de que no hay continente en el que esas valiosas reservas no se estén contaminando con pesticidas, fertilizantes, sustancias industriales y metales pesados, y el daño frecuentemente es mayor en los lugares donde las personas más necesitan el agua, aseguran.
El agua en SFVC
Debemos reflexionar un poco sobre qué pasa en nuestra ciudad con el agua. La población de SFVC crece día a día, y la falta de agua será una realidad tarde o temprano.
Se está construyendo un acueducto que transportará el líquido elemento desde el dique Las Pirquitas. No faltará el agua en un futuro cercano -siempre y cuando llueva-, pero según los chacareros, será escasa en Las Chacras. El objetivo, cuando se construyó el dique, fue precisamente proveer de agua a los agricultores. El tiempo dirá qué pasará con esta gente que trabaja la tierra.
Habrá agua en la ciudad… pero los vecinos, ¿somos conscientes del derroche que hacemos de la misma? El agua corre por las calles de la ciudad y nadie sabe de dónde sale, por citar un ejemplo.
Cuando el acueducto esté terminado y el «problema del agua se haya solucionado», será el momento en el que derrocharemos aún más este líquido elemento. Podremos lavar más seguido el auto… Podremos no sentir culpa de dejar el grifo abierto por horas, para regar las plantas en plena siesta, cuando la evaporación es más intensa. Podremos no sentir culpa también, consumiendo grandes volúmenes de agua para lavar los platos o hacer baños de inmersión.
Una vez construido el acueducto, ¿transportará agua siempre, a pesar que se la extraiga también de los pozos? ¿O sólo transportará agua en los momentos críticos? ¿Cómo será la postura que se tomará en el uso racional del agua en la ciudad? Muchas preguntas y pocas respuestas.
Es muy hipócrita nuestra postura con respecto al uso justo del agua. El Estado debería hacer una muy intensiva campaña de concientización y educación para su consumo racional. Además, las multas deberían ser severísimas por el derroche de este precioso elemento. Indudablemente falta mucho por hacer.
Cuando los españoles llegaron a nuestras tierras y fundaron sus ciudades, tuvieron en cuenta de dónde obtenían el agua los originarios, y sobre todo aprendieron a administrar su consumo. No esperaban a que el “Tatita Dios” les trajera la solución.