El próximo viernes 1 de Julio se celebra el Día del Arquitecto. Y como cada año, cuando se aproxima esta fecha, conviene recordar un pensamiento del arquitecto Eduardo Sacriste cuando le preguntaron cómo imaginaba un arquitecto o lo que había pretendido formar en sus años de docencia.
Él decía: “Mi arquitecto, debe ser capaz de proyectar y resolver correctamente (con todo lo que el término implica) problemas no complejos de arquitectura, amoblarlos y construirlos. Debe tener sensibilidad plástica, conciencia social y urbanística, un grado de cultura acorde a su nivel universitario y, por sobre todo, debe tener ética. No concibo la compra de trabajos a los que, luego por él rubricados, se aceptarán y aprobarán como propios”
Eduardo Sacriste nació a principios del siglo XX en Buenos Aires y estudió arquitectura en la universidad de esa ciudad, bajo los preceptos del academicismo. En esa época, en las escuelas de arquitectura, todo se debía proyectar y construir bajo ciertas reglas que estaban ya pre-establecidas. Pero al graduarse, el joven profesional, hizo un viaje a Europa y le cambió la cabeza.
En el viejo continente pudo comprobar cómo la arquitectura estaba transformando la forma de vida de la gente. Arquitectos como Le Corbusier o Mies Van Der Rohe, proyectaban y construían teniendo en cuenta “el espíritu de los nuevos tiempos”. Ya nada era igual. La sociedad se transformaba luego de la Segunda Guerra Mundial y la arquitectura debía adecuarse a esta realidad.
Sacriste comprendió el mensaje estando allá y en el contacto directo con estos maestros. Al regresar, junto a otros colegas, crean la Escuela de Arquitectura de Tucumán, filtrando los preceptos de la modernidad a nuestra realidad. Con el tiempo, él y sus amigos se enterarían que esta “escuelita” era reconocida en América.
El maestro siempre decía que para que un arquitecto enseñe arquitectura, debía tener por lo menos cinco años de experiencia en el oficio. Sólo así, y con esta condición, podría regresar a la Facultad de Arquitectura a enseñar. La enseñanza, según él, estaba basada en gran parte, en “la experiencia». Lo mencionado es cierto, según su perspectiva, si analizamos algunas palabras del pensamiento transcripto al principio: “…y, por sobre todo, debe tener ética”. Al estar en contacto con la realidad, con el “hacer la ciudad”, podría valorar la inmensa responsabilidad social del arquitecto.
Al Maestro le agradaba opinar sobre el tema de la casa, a pesar de considerarse normalmente a la vivienda como un problema sencillo de resolver. Según él, fue el más interesante que enfrentó en sus años de profesión. Y señalaba, refiriéndose a la casa de bajo costo, que el arquitecto moderno norteamericano Frank Lloyd Wright dijo que “es el problema más difícil, aún para los mejores arquitectos…”
Sacriste señalaba que hoy en día, en las Facultades de Arquitectura, se da como tema de primer año “una casa chica”, como si esto fuera sencillo. Él creía que era erróneo plantearlo así y apoyaba su afirmación con la frase mencionada recién de Wright. Pensaba que era más fácil resolver una vivienda de 5.000 metros cuadrados, donde los diez centímetros de una pared no cuentan, que una vivienda de interés social de 50 metros cuadrados (hoy repetida hasta el hartazgo, en base a un diseño único e inmoral sin importar el medio natural y cultural)
Recordando al Maestro, queremos tener presente este 1 de julio que es el Día del Arquitecto. Enviamos un saludo, desde este espacio de opinión, a todos los arquitectos.