Una ilusión de la gente, es la de poder contar con un techo para vivir. El déficit de viviendas en nuestro país es muy alto y, para muchos, ser propietarios depende de las acciones que lleve a cabo el Estado. La vivienda es un derecho de la gente de nuestro país; pero durante muchas décadas nuestros gobernantes se olvidaron de tenerlo en cuenta.
En el programa de radio A vos, Ciudad entrevistamos a un experto que estudia, desde hace mucho tiempo, la problemática de la vivienda social. Nos referimos al Doctor Arquitecto Jorge Sarquís. El investigador fue Profesor Titular de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, entre 1984 y 2007. En la actualidad es Director del Centro Poiesis e Investigaciones UBA–CONICET. Además es autor de varios libros y artículos sobre Investigación Proyectual y Creatividad; creador de Coloquios y Talleres de experimentación proyectual; y Director de la carrera de Investigación Proyectual FADU–UBA.
El arquitecto plantea nuevos paradigmas para la vivienda como derecho social; indaga sobre la vivienda de bajo costo, sea o no colectiva, en sus diversas tipologías. “Es la mal llamada vivienda social” dice Sarquís, “ya que, en realidad, toda vivienda, y más aún si es colectiva para pobladores de bajos recursos, tiene como destino el colectivo social. Es imposible, en las ciudades contemporáneas, pensar en viviendas que no tengan un carácter social”.
Parece mentira que ya entrado el siglo XXI se siga repitiendo la misma tipología de vivienda en el país, no importando la región en que se la va a construir. Da lo mismo que sea para el norte o para el sur. Un habitante de la puna –donde el uso del adobe sería una solución para la transmitancia térmica– debe resignarse a vivir en una casa con materiales que no son aptos a su clima, porque las decisiones se toman en una oficina burocrática. Se piensa que todos tenemos que vivir igual.
A propósito, ya lo dice Sarquís: “Debe hoy superarse la idea de que sólo con viviendas individuales es posible resolver el déficit. El hábitat colectivo no implica necesariamente uniformidad de soluciones. La vivienda estándar presupone un hombre estándar, que rechazamos enfáticamente, así como la idea de “vestir” con diferentes ropajes una misma tipología arquitectónica, que debe superarse por una arquitectura que formule sus propuestas basadas en sus formas de vida y de habitar”.
También, en el tema de la vivienda, la creatividad es nula. Son muy pocos los casos de barrios que se construyen en base a un diseño que salió de un concurso de ideas. Se licita un pliego para construir casas, sin que nada importe más que el valor de la unidad.
Los complejos de viviendas que se diseñan –y lo vemos en SFVC– se constituyen en un amontonamiento de casas con poca infraestructura. Una vez que se entregan, comienzan los problemas con la provisión de servicios como el agua, la luz y el gas, y la falta de frecuencia en el transporte público. Y ni hablar de la forestación –tan necesaria en nuestro medio– que no existe.
Se cree que la solución de la vivienda se consigue sólo entregándola, pero el usuario vive en comunidad y necesita del equipamiento para llevar una vida feliz. Así surgen inconvenientes con la educación de los hijos –las escuelas están lejos de casa–, la carencia de postas sanitarias –ante una emergencia médica–, la ausencia de centros deportivos –para enviar a los chicos–, entre otros.
Queremos concluir con un pensamiento que nos dejó el Arquitecto Jorge Sarquís en la entrevista: “La vivienda y su hábitat, para los países del Tercer Mundo, como el nuestro, con diversidad de niveles de desarrollo, constituye un derecho. Éste es un tema central para las políticas de Estado. Justamente, el Estado debe asumir su compromiso plenamente desde una clara ley del suelo, hasta sus implicancias en el hábitat para los sectores más desfavorecidos”.