En el receso invernal tuve oportunidad de visitar Fiambalá. Siempre es un gusto volver a esta tierra, que encierra un gran potencial turístico.
Mientras recorría sus calles, recordaba la primera vez que estuve allí, en 1994, para participar de una de las “Caravanas al Paso de San Francisco”. Llegar a esta localidad era toda una aventura, sobre todo si crecía el impredecible río La Troya. Y ni hablar si alguien quería cruzar a Chile, ya que el camino era malísimo.
Las comunicaciones con los pueblitos vecinos como Saujil (con sus famosas dunas mágicas), Medanitos, Tatón y Palo Blanco, por nombrar sólo algunos, mejoró sensiblemente.
Hoy en día, quien va a esa hermosa tierra se encuentra con caminos bien señalizados, un gran número de viviendas que se han convertido en hospitalarios alojamientos y la tranquilidad de la gente, que no es poco.
Parece mentira que los habitantes de Fiambalá dejen, durante toda la noche, las bicicletas “estacionadas” en las veredas de los frentes de sus viviendas. Cuentan los que ofrecen habitaciones a los turistas, que a éstos se los ve “nerviosos” cuando se enteran que en las casas y los cuartos no tienen que poner llave en sus puertas, como en las grandes urbes.
Cuando recorremos el camino que lleva al Paso de San Francisco y al límite internacional con Chile, no podemos dejar de recordar la tozudez del ex gobernador Arnoldo Castillo de asfaltarlo. La visión de ese hombre permitió que hoy contemos con una herramienta importantísima para la integración con el país vecino.
Por otro lado la “Ruta del Adobe” está casi instalada en un público ávido por el turismo cultural. Sorprende ver a la gente recorrer los pueblitos donde se encuentran pequeñas iglesias y caseríos realizados con ese noble material de construcción.
Evidentemente, la zona tuvo un antes y un después del acontecimiento turístico-deportivo de nivel internacional como es el Rally Dakar. Los vecinos de la ciudad lo reconocen abiertamente.
Pensaba entonces, la importancia de que el Estado instale eventos como el mencionado, que sirven a los habitantes para darse cuenta cuál es la veta económica que se puede explotar. Los turistas que llegan a estos lugares, próximos a la cordillera, recuerdan lo que vieron en la televisión. Quieren estar en persona dónde aquel piloto famoso no pudo correr más…
Pero la gente que visita este lugar, no olvida jamás sus aguas termales. Hay muchas leyendas que nos hablan de famosos personajes que las visitaron, despertando mucha curiosidad. Afortunadamente, los turistas encuentran allí cabañas, restorán, enfermería, y hasta lugar para acampar y hacer un buen asado. No hay nada como estar en una de las piletas con una copa de vino tinto de Fiambalá en la mano, disfrutando del cielo estrellado…
Artesanías, religión, cordilleras, termas, dunas, vinos, historia, paisajes, producción, 4×4 aventura, andinismo, pesca, y mucho más. Fiambalá espera al turismo nacional e internacional resguardando su naturaleza virgen. Sus aguas termales, vinos de exportación, ponchos de llama y vicuña, sus artesanías y el aire más puro del mundo, dan lugar a Fiambalá como capital de la cordillera. Hay que seguir trabajando incansablemente por su desarrollo turístico a nivel internacional. Falta mucho todavía…