Nos pareció interesante esta entrevista, publicada el 14 de enero en el diario La Nación, para que meditemos a la hora de elegir nuestros representantes en las ciudades. La construcción de ciudadanía se hace desde el conocimiento de análisis como los que publicamos hoy.
«Para los que tienen esas características, las personas son sólo cosas», afirma el médico psiquiatra Hugo Marietan.
Marietan, de 57 años, médico y profesor graduado en la UBA, trabajó desde 1982 en los hospitales Moyano y Borda. Dicta cursos de grado y posgrado. Es autor de trabajos académicos ( Sol negro: un psicópata en la familia , Descriptor de psicopatía ) y también de obras de teatro y novelas.
«Los políticos de fuste generalmente son psicópatas, por una sencilla razón: el psicópata ama el poder. Usa a las personas para obtener más y más poder, y las transforma en cosas para su propio beneficio. Esto no quiere decir, desde luego, que todos los políticos o todos los líderes sean psicópatas, ni mucho menos, pero sí que el poder es un ámbito donde ellos se mueven como pez en el agua.»
El que lo dice es el médico psiquiatra Hugo Marietán, uno de los principales especialistas argentinos en psicopatía y referencia obligada para aquellos que les ponen la lupa a estas personalidades atípicas, que no necesariamente son las que protagonizan hechos policiales de alto impacto.
Porque, precisamente, la alusión no se dirige a los asesinos seriales al estilo de Hannibal Lecter, el perturbado psiquiatra de El silencio de los inocentes, sino a aquellas personalidades que Marietán define como los «psicópatas cotidianos». Personalidades especiales, pero que no sólo se adaptan perfectamente al medio, sino que también suelen estar a nuestro alrededor sin mayores estridencias. Y más aún: muchos suelen llegar a la cima económica, política y del reconocimiento social.
Lo novedoso en la definición que hace Marietán, miembro de la Asociación Argentina de Psiquiatría y considerado una autoridad en su especialidad, es que el psicópata no es un enfermo mental, sino una manera de ser en el mundo. Es decir: una variante poco frecuente del ser humano que se caracteriza por tener necesidades especiales. El afán desmedido de poder, de protagonismo o matar pueden ser algunas de ellas. Funcionan con códigos propios, distintos de los que maneja la sociedad, y suelen estar dotados para ser capitanes de tormenta por su alto grado de insensibilidad y tolerancia a situaciones de extrema tensión.
En la psicopatía, señala este experto, no hay «tipos», sino grados o intensidades diversas. Así, el violador serial sería un psicópata más intenso o extremo que el cotidiano, pero portador de la misma personalidad.
A los 57 años, es docente en la Universidad de Buenos Aires, codirector de la revista de neuropsiquiatría Almaceón y coordinador del portal español psiquiatria.com . A partir de la década del 80, trabajó en los hospitales Moyano, Esteves y Borda, donde dirigió cursos de semiología psiquiátrica. Su página en Internet marietan.com es de referencia constante en los estudios sobre psicopatía.
Según explica en la entrevista con LA NACION, hay un tres por ciento de la población con características psicopáticas. Es decir, 1.200.000 personas en la Argentina. «La relación es de tres varones por cada mujer. Son 300.000 damas y 900.000 caballeros. ¿Por qué más hombres? Sospecho que es porque la mujer utiliza su poder en el ámbito de la casa», dice.
-¿Cómo distinguir un político psicópata del que no lo es?
-Una característica básica del psicópata es que es un mentiroso, pero no es un mentiroso cualquiera. Es un artista. Miente con la palabra, pero también con el cuerpo. Actúa. Puede, incluso, fingir sensibilidad. Uno le cree una y otra vez, porque es muy convincente. Un dirigente común sabe que tiene que cumplir su función durante un tiempo determinado. Y, cumplida su misión, se va. Al psicópata, en cambio, una vez que está arriba, no lo saca nadie: quiere estar una vez, dos veces, tres veces. No larga el poder, y mucho menos lo delega. Quizás usted recuerde a alguno así? Otra característica es la manipulación que hace de la gente. Alrededor del dirigente psicópata se mueven obsecuentes, gente que, bajo su efecto persuasivo, es capaz de hacer cosas que de otro modo no haría.
-¿Como bajo el efecto de un hechizo, dice usted?
-Son gente subyugada, sí, e incluso puede ser de alto nivel intelectual. Este tipo de líderes no toman a los ciudadanos como personas con derechos: los toman como cosas. Porque el psicópata siempre trabaja para sí mismo, aunque en su discurso diga todo lo contrario. La gente es un mero instrumento. Carece de la habilidad emocional de la empatía, que es la capacidad de cualquier persona normal de ponerse en el lugar del otro. Las «cosas», para el líder político con estas características, tienen que estar a su servicio: personas, dinero, la famosa caja, para comprar voluntades. Utilizan el dinero como un elemento de presión, porque usan la coerción. La pregunta del accionar psicopático típico es: ¿cómo doblego la voluntad del otro? ¿Con un cargo, con un plan, con un subsidio? ¿Cómo divido?
-¿El clientelismo político es, según usted, una forma de cosificación?
-Sí, porque es un «yo te doy, pero vos me devolvés, venís a tal o cual acto, me respondés como yo te pido». No es un dar desinteresado ni movido por la sensibilidad de querer ayudar a quien no tiene. Es un uso de las personas para construir el propio poder.
-Eso está claro, pero ¿qué lo definiría como un acto psicopático?
-Que le está quitando a la gente la capacidad de elegir. El psicópata siempre nos deja sin opciones: la gente que manipula está en una desventaja económica tal que no tiene otra salida: o como y lo sigo o no lo sigo y no como. La libertad de las personas es la capacidad de tener alternativas.
-¿El líder psicópata sabe que trabaja para él o cree realmente luchar por una causa superior?
-Es muy difícil entrar en su cabeza. Tienen una lógica muy distinta. Sin embargo, lo crea o no, la bandera que utiliza siempre es suprapersonal, más allá, incluso, de este momento. Esto se ve bastante, también, en líderes religiosos psicópatas, que apelan a la salvación del más allá. Otras banderas pueden ser la apelación al hombre nuevo, el proyecto nacional, la liberación, la raza superior, la Nación, la patria. El psicópata siempre necesita buscar un enemigo, para aglutinar. Y, por supuesto, nunca va a decir: «Vamos a trabajar para mí».
-¿Qué sucede con este tipo de políticos en períodos normales, sin crisis agudas?
- Bueno, ahí viene el problema, porque el psicópata no se adapta a la tranquilidad. El necesita la crisis. Ser reconocido como salvador. En la paz, él no tiene papel. No la soporta. Por eso las sociedades lideradas por políticos de estas características viven de crisis en crisis.
-¿Y este líder no puede cambiar? ¿Aprende de sus errores?
-No. Siempre es igual a sí mismo: la psicopatía es una estructura que no cambia.
-Hasta ahora, los está pintando como seres indestructibles, pero algún talón de Aquiles deben tener. ¿Cuál es ese punto débil?
-La frustración de sus planes. Cuando apuestan por un proyecto, ponen todo en él y no les sale. Ahí, el psicópata se desorganiza y empieza a hacer pavadas. Es una personalidad controladora. Por eso en el momento de la frustración puede tener actitudes absolutamente toscas, torpes. Y en este punto, la gente ve que hace macanas, una detrás de otra, y empieza a quebrarse esa unidad, que consiguió con su persuasión.
-Usted dice que se aferran al poder y que es muy difícil sacarlos. ¿Alguna sugerencia?
-Bueno, hacen falta un montón de líderes de los comunes, normales, o bien otro psicópata pesado que se le contraponga. Entre muchos logran sacar al dirigente psicópata, o, al menos, reducir su poder. Otra cosa es aprender a no elegirlos. El psicópata necesita desestabilizar siempre las cosas, aquí y allá. Por eso necesita fabricar crisis. Si uno va entendiendo cómo es su mecanismo, los puede distinguir y votar por otros líderes, que pueden ser muy carismáticos, incluso, pero no psicopáticos.
-Si algún político psicópata llegara a leer esta entrevista, ¿se reconocería como tal?
-Por supuesto que no. Terminará de leer y les dirá a sus interlocutores: ¡qué barbaridad; cuántos psicópatas hay dando vueltas por el mundo!